Tetis, llegó al palacio imperecedero de Vulcano...
Ella lo encontró sudando, trabajando en su fuelle, construyendo trípodes brillantes, el formaba veinte a la vez. (...) Bajo cada una, dos ruedas doradas el colocaba, en las cuales (...) ellos debían rodar, por su propio impulso, para entrar al concilio, y por su propio impulso regresar a su asa.-- Traducción de fragmentos de la Ilíada, libro 18.
La Ilíada presenta la que es - tal vez - la narración más antigua de maquinas que se mueven solas.
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